“Franklyn” es una historia sobre el destino y las creencias; y en el fondo es una historia de amor bizarra. El film avanza entre dos mundos, uno de estética oscura y con un personaje enmascarado; y el otro el Londres actual en el que encontramos a tres personajes atormentados por el dramatismo de sus vidas.
El fallo radica principalmente en como evoluciona la parte fantástica de la trama en el film. De no ser por la poca calidad de su diálogo antireligioso podría ser comparada con las grandes mascaradas del siglo como “V de Vendetta”, pero el personaje de Jonathan Preest pretende ser un antisistema en un mundo liderado por las creencias religiosas (incluso las absurdas) que debido a su monologo banal se convierte en un payaso con máscara. Sus secretos se desvelan demasiado pronto, se pierde la identificación con el personaje y deja de ser admirado incluso antes de empezar a serlo.
Sin embargo, en Londres encontramos al personaje de Emilia, interpretado por Eva Green que ha sido bien construido y además se acompaña por momentos por una estética noir al estilo de Mrs. Lovett (Helena Bonham Carter) en “Sweeney Todd”. El tratamiento del color en este mundo, en el que destacan los rojos sobre un mundo de colores neutros, y el oscurantismo de “Ciudad Intermedia”, hacen que la estética en conjunto de la película sea uno de los principales fuertes.
Por otro lado, el principal problema es que el discurso del film cambia radicalmente a mitad: su mensaje inicial es en contra de los cultos y las creencias absurdas, y su mensaje final es ten fe en algo, hay que creer o el destino existe, lo que lleva al espectador a sentirse engañado y traicionado. En un mundo en el que todo es oscuro y dramático, si crees en el destino y no eres un cínico, tendrás tu happy-ending. Por lo tanto no es apta para aquellos que cuando la película es negra, queremos que sea negra hasta el final, no de color de rosa.
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